martes, 27 de noviembre de 2012

Un Ticket para Recordar: Tú... ¿Quieres más?


Un Ticket para Recordar: Tú... ¿Quieres más?
Anónimo
Cuando lo vi entrar de nuevo a mi tienda, me quedé helada por la sorpresa.
 
Vinieron a mi mente muchas de las preguntas que me había hecho en los días anteriores.
 
Se acercó a mí y, con sus ojos fijamente puestos en los míos, simplemente me dijo:
 
¡Hola!
 
Como si ya supiera lo que seguiría, esperó mi reacción. Cuando pude articular mis palabras le pregunté:
 
¿Vas a volver a desaparecer sin dejar rastro dentro de pocos minutos?
 
Soltando una brevísima carcajada, tomó mi mano entre las suyas y me dijo:
 
Tenemos el tiempo justo... No lo desperdiciemos...
 
Reconfortada por el calor de sus manos que envolvían la mía, le dije:
 
Quiero escribir algo acerca de cómo nosotros los seres humanos podemos tener siempre confianza, certeza, certidumbre y podemos acabar con el miedo y la duda...
 
Interrumpiéndome, me dijo:
 
De lo que tú quieres escribir ahora es acerca de la Fe y ¡me encanta la idea!
 
Yo, con una sonrisa, le dije:
 
¡Exacto! ¿Me ayudas?
 
Volviendo a sonreír picaronamente, soltó mi mano y me pidió algo para escribir.
 
Presionando el botón de la impresora de mi caja registradora, saqué una tira de papel y se lo extendí junto con una pluma.
 
De nuevo, de abajo para arriba y con flechas apuntando hacia arriba entre cada renglón, escribió las siguientes cuatro palabras:
 
Temor, Creer, Experimentar, FE.
 
Con sus ojos penetrantes y llenos de amor puestos en los míos me dijo:
 
¿Recuerdas cuando, siendo una niña, por primera vez tu madre te colocó en la orilla de la alberca para que te lanzaras a los brazos de tu padre?
 
Sin esperar mi respuesta me recordó exactamente cómo había sido esa maravillosa experiencia.
 
En el momento en que te pusieron en la orilla y te invitaron a lanzarte a los brazos de tu padre, lo primero que sentiste fue temor, mucho miedo... abriste tus ojos a su máximo y te quedaste paralizada; de hecho, lloraste por unos segundos abrazada firmemente a la pierna de tu madre.
 
Tu amoroso padre empezó a hablar contigo; te dijo muy amorosamente que te aseguraba que él te cacharía y que te ibas a divertir mucho si te lanzabas a sus brazos dentro de la alberca.
 
Tú empezaste a creer que él sí te cacharía y que no te pasaría nada; todavía con cierto temor y dudando un poco, soltaste la pierna de tu madre, limpiaste tus lágrimas y empezaste a lentamente caminar hacia la orilla de la alberca; en otras palabras, al creer en las palabras amorosas de tu padre dejaste de llorar y de estar paralizada por el temor.
 
Finalmente, ante más palabras amorosas de tu padre, te convenciste, tapaste tu nariz con tus deditos de niña y, cerrando tus ojitos, ¡te lanzaste a los brazos de tu padre amoroso creyendo en que él sí te cacharía!
 
Fueron milésimas de segundo de duda y de temor que te parecieron eternas. Al entrar al agua apenas te sumergiste unos centímetros y sentiste cómo los amorosos brazos de tu padre te traían a la superficie para que pudieras respirar.
 
Ya con tu cabeza afuera del agua, soltando inmediatamente una carcajada de inmensa alegría y con la certeza de que esa maravillosa sensación volvería a suceder cuantas veces quisieras, le dijiste a tu amoroso padre... ¡QUIERO MÁS!
 
Con la boca entreabierta y atónita por su capacidad para hacerme recordar, voltee mis ojos hacia el ticket esperando a que continuara.
 
Él, señalando las palabras escritas en el ticket continuó:
 
Como tú, todos los seres humanos tienen la capacidad de pasar, en milésimas de segundos, del temor a la creencia y de la creencia a la fe; todos los seres humanos pueden usar esta poderosa capacidad desde niños, durante toda su vida adulta e, incluso, el mismo día de su muerte. Pero tristemente, a la gran mayoría de ellos se les ha olvidado que tienen esa maravillosa capacidad y casi nunca la utilizan.
 
Como puedes ver en el ticket, el secreto para desarrollar la fe es muy sencillo: lo único que hay que hacer es experimentar las creencias.
 
Mirándome fijamente a los ojos de nuevo me preguntó:
 
¿Qué hubiera pasado si tú le hubieras creído a tu amoroso padre que sí te cacharía si te lanzabas a sus brazos pero nunca te hubieras lanzado?... en otras palabras, ¿qué hubiera pasado si te hubieras quedado paralizada por el temor y la duda y no hubieras experimentado tu creencia?
 
Sin esperar mi respuesta y levantando un poco el tono de su voz, me dijo:
 
No hubieras disfrutado de los brazos amorosos de tu padre sacándote de debajo el agua para que pudieras respirar... no hubieras sentido el reconfortante contacto de tu piel con su tersa y húmeda piel... no hubieras sentido la maravillosa alegría y la enorme felicidad que sentiste en esos momentos... y, lo peor de todo, nunca hubieras dicho: ¡QUIERO MÁS!
 
Interrumpiéndole yo le dije:
 
¡Si no me hubiera aventado a los brazos de mi padre me hubiera perdido de la posibilidad de disfrutar de un maravilloso momento en mi vida!
 
Levantó una vez más su mano. Yo levante la mía y le di un muy fuerte palmazo con una gran sonrisa en la boca.
 
Con un gesto de dolor fingido y sobándose la palma de la mano me dijo:
 
¡Exacto! Cuando creemos en algo pero no experimentamos nuestra creencia, literalmente nos perdemos de lo mejor de la vida.
 
Lo peor de que los seres humanos crean en algo, pero que no experimenten sus creencias, es que nunca pueden llegar a tener confianza plena, nunca pueden tener certeza de nada, sí dejan de estar paralizados pero caminan muy lentamente por la vida llenos de temor y de duda y, consecuentemente, jamás desarrollan la fe, la fuerza más poderosa con la que cuenta el ser humano para lograr todo lo que se propone y hasta milagros que parecerían imposibles.
 
Maravillada de nuevo por tal posibilidad, le dije:
 
¿Podrías decirme exactamente qué es la fe?
 
Él contestó:
 
La fe es la certeza absoluta de que todo lo que le pidamos a nuestro Gran Padre Amoroso desde el fondo de nuestro corazón se llevará a cabo tarde o temprano.
 
Yo me quedé pasmada por un momento cuando caí en cuenta de que yo tenía dos amorosos padres: el que yo había elegido para que fuera mi padre terrenal antes de nacer y a mi Gran Padre Amoroso.
 
Sonriendo me miró fijamente a los ojos y me dijo:
 
Si tú crees que tienes un Gran Padre Amoroso y quieres desarrollar la fe que te permitirá vivir “moviendo montañas”, entonces lo que tienes que hacer es EXPERIMENTAR tu creencia en Él.
 
Si te preguntas - ¿cómo? - es muy fácil.
 
Simplemente tienes que LANZARTE A SUS BRAZOS AMOROSOS y estar ALERTA a TODOS los eventos de tu vida y darte cuenta de que, en TODO, está Él. En TODO.
 
Por ejemplo, ahora que estoy diciéndote esto... ¿crees que la mano de tu Gran Padre Amoroso está aquí presente o que sólo es una maniobra del destino el que hoy estés conociendo esto?
 
Al reflexionar unos segundos al respecto, sentí cómo corrían a lo largo de todo mi cuerpo deliciosos cosquilleos; entonces le dije:
 
Creo que la mano de mi Gran Padre Amoroso está aquí presente y la estoy experimentando en este preciso momento en todo mi cuerpo, en toda mi mente y en todo mi corazón.
 
Él me dijo con mucha carga emocional en sus palabras:
 
Así sucede siempre... cuando te lanzas a sus brazos amorosos y estás alerta para percibir el enorme amor que tu Gran Padre Amoroso le pone a todo lo que pasa a tu alrededor, sientes bonito, sientes alegría y mucha felicidad y, lo mejor de todo, tu fe crece día con día, te fortalece y te ayuda a lograr hasta lo imposible.
 
Cuando eso sucede en tu vida, te vuelves loca de alegría y de felicidad y nada te afecta. Tienes la capacidad de lograr todos tus sueños y hasta milagros imposibles. Y lo mejor de todo, al igual que dijiste de niña cuando caíste en los brazos de tu padre amoroso, cuando te lanzas a los brazos de tu Gran Padre Amoroso estando alerta y maravillándote segundo a segundo de su enorme amor, siempre acabas diciendo ¡QUIERO MÁS!
 
Esto último es lo más maravilloso ... como todo sale bien y nada malo te sucede, quieres y empiezas a disfrutar más y más y más del enorme amor de tu Gran Padre Amoroso.
 
Para terminar, me dijo lo siguiente con sus ojos clavados en los míos:
 
Después de entender esto... ¿Tú quieres más?
 
Por favor piénsalo durante los próximos días.
 
Nuestro tiempo ha terminado... Ya sabes lo que tienes que hacer... escribe esta historia y compártela con los demás.
 
Entristecida por su pronta partida y con una gran lágrima cargada en mis ojos, salí del mostrador de mi tienda pasando por detrás de un anaquel lleno de mercancía... deseaba profundamente darle un fuerte abrazo y un beso, pero cuando llegué al otro lado del mostrador, había desaparecido.
 
Siguiendo Sus Instrucciones, escribo esto para ti porque te amo y porque deseo de todo corazón que desarrolles la fe que tanto todos necesitamos.
 
Si después de reflexionarlo tú también empiezas a usar tu capacidad para desarrollar la fe y acabas con los temores y las dudas que te paralizan, si TE LANZAS A LOS BRAZOS de tu Gran Padre Amoroso sabiendo que Él “siempre te cacha” y experimentas esto segundo a segundo durante lo que te resta de vida, recibe una bienvenida al maravilloso mundo de la fe que “mueve montañas”, al mundo donde todos los milagros son posibles y donde, seguramente, todos los días de tu vida acabarás diciendo:
 
¡QUIERO MÁS!
 
Lo siento. Perdóname. Te amo. Estoy agradecida.
 
Junio 29, 2012. 
 

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